Las pascuas sangrientas
del doctor Toaf
Por Israel Shamir, febrero 2007
Sangre, traición, tortura y abjuración se
entremezclan en la historia, que vamos a contarles, del
profesor Ariel Toaf, un judío italiano, historia que parece
un invento de su compatriota Humberto Eco. El profesor Toaf
se topó con un descubrimiento espeluznante, que le heló la
sangre, pero tuvo el valor de seguir adelante, con valentía,
hasta que le cayó encima toda la presión de su comunidad, se
quebró y, al fin, hizo acto de arrepentimiento y penitencia.
El profesor Toaf es hijo del gran rabino de
Roma, y ejerce como docente en la universidad judía de Bar
Ilan, no lejos de Tel Aviv. Se dio a conocer con sus
estudios profundizados sobre la judería medieval. Los tres
volúmenes de su obra Amor, Trabajo y Muerte
(subtitulado : “La vida judía en la Umbría medieval”)
son de referencia en este campo muy especializado. Mientras
iba ahondando en el tema descubrió que las comunidades
askenazíes medievales de la Italia del norte practicaban una
forma especialmente horrible de sacrificios humanos. Sus
magos y adeptos raptaban y crucificaban a infantes
cristianos, les sacaban la sangre y la usaban para rituales
mágicos, invocando al espíritu de la venganza contra los
odiados goyim. Toaf profundizó en el caso de san
Simón de Trento. Se trataba de un niño de dos años, que fue
raptado de su casa en la ciudad italiana de Trento, por unos
pocos judíos asquenazíes, en vísperas de la Pascua judía de
1475. Durante la noche, los secuestradores asesinaron al
niño, le sacaron la sangre, le clavaron agujas en la carne,
lo crucificaron cabeza abajo con invocaciones tendientes a
que “igualmente perezcan todos los cristianos por tierra y
por mar”, y así fue como celebraron su llamada Passover,
un ritual arcaico con sangre vertida y asesinato de niños,
en la forma más literal, prescindiendo del nivel metafórico
habitual, que conocemos como transmutación del vino,
representación de la sangre.
A los asesinos se les capturó, confesaron, y
fueron hallados culpables, por el arzobispo de Trento. Ahí
mismo los judíos apelaron al Papa, y éste mandó al obispo de
Ventimiglia a investigar los hechos. Lo sobornaron, y prestó
un oído atento a los judíos, quienes consiguieron que
dictara conclusiones absurdas, por el estilo de las que
presenciamos a diario (algo así como que el niño había sido
víctima de una mina colocada por Hamás para echarle la culpa
a Israel, y que no se había encontrado ninguna orden dictada
por el Tsahal [1] en la playa de Trento). Esta es la versión
oficial judía que se sigue transmitiendo desde entonces: “A
Simón lo mataron cristianos que procuraban achacarle toda la
maldad del mundo a los judíos”, decía la enciclopedia judía
de antes de la guerra, con harta presciencia, ya que el
mismo argumento lo esgrimieron los israelíes al echarles la
culpa a otros por la matanza masiva de niños en Kafr Qana,
cuando la invasión del Líbano.
Pero hay una diferencia con los siglos XX y
XXI: en el siglo XV los judíos eran influyentes, pero no
todopoderosos. No podían tratar al mundo como lo hicieron en
2002, después de la masacre de Jenin, mandando callar a
todos. No podían manejar el derecho de veto USiano en el
Consejo de seguridad de la ONU. No podían bombardear a Roma,
y la palabra “antisemitismo” sólo fue inventada 400 años más
tarde. Recibieron un trato leal, lo cual es mucho peor que
un trato preferencial: el papa Sixto IV reunió una comisión
de seis cardenales, encabezada por el mejor especialista en
derecho de aquel tiempo, para volver a celebrar el juicio; y
esta corte suprema volvió a encontrar culpables a los
asesinos. Se puede leer más sobre el caso, en la óptica
católica y en la óptica judía. Los documentos del juicio se
han conservado y están todavía disponibles en el Vaticano.
(El que quiera más detalles sobre la versión católica de los
hechos los encontrará en
http://www.stsimonoftrent.com
Para la versión judía, ver
http://www.jewishencyclopedia.com/view.jsp?artid=803&letter=S
]
En 1965, la iglesia católica romana encaró
un proceso de perestroika [2]. Eran los días del Vaticano
II, cuando los modernistas pusieron patas para arriba el
basamento de la tradición, con la esperanza de poner la fe
al día, para que cuadrara en el nuevo discurso de la
modernidad, amistoso con los judíos; hablando en claro, los
obispos querían ser mimados por la prensa liberal.
Entonces, los siempre-atentos vigilantes
judíos aprovecharon la oportunidad y presionaron a los
obispos pidiendo que se les concediera algo, la
“descanonización” de san Simón de Trento. Los obispos les
complacieron con gusto, pues ya, en bizarro ritual, los
dirigentes de la Iglesia habían descubierto que los judíos
no tenían la culpa de la crucifixión de Cristo, a la vez que
aceptaban la culpa de la Iglesia en la persecución de
judíos; la crucifixión de un nene italiano era asunto de
poca monta comparado con esta marcha atrás. Tomando una
decisión apresurada, los obispos decretaron que las
confesiones de los asesinos no valían porque se habían
obtenido mediante la tortura, y, por lo tanto, los acusados
eran inocentes, mientras que el joven mártir no era
verdaderamente tal. Se puso fin a la devoción a San Simón,
fue prohibido su culto, y los restos del niño martirizado
fueron llevados y sepultados en un lugar secreto para que no
volviera a resucitar ninguna tradición de peregrinaje.
[
http://www.trentinocultura.net/orizzonti/notizie/Anno-2006/rogger.doc_cvt.asp
]
Ahora volvamos al profesor Ariel Toaf.
Mientras iba revisando los documentos del proceso judicial,
hizo un descubrimiento asombroso; las confesiones de los
asesinos contenían elementos totalmente desconocidos de los
clérigos italianos o por la policía; es decir que no se
trataba de confesiones dictadas por el celo de los
investigadores bajo la tortura. Los asesinos pertenecían a
la pequeña y apartada comunidad askenazi, practicaban unos
rituales propios, bastante diferentes de los que practicaban
los judíos italianos nativos; estos ritos los reprodujeron
de manera fehaciente en sus confesiones, y la brigada
criminal de aquel tiempo no tenía el menor conocimiento de
aquello. “Estas fórmulas litúrgicas en hebreo, con un fuerte
acento anticristiano, no pueden ser proyecciones de los
jueces porque no conocían estas oraciones, que ni siquiera
pertenecían a los ritos italianos sino a la tradición
askenazi”, escribe Toaf. Una confesión tiene valor sólo si
contiene, acerca del crimen, algunos detalles verídicos y
comprobables, de los cuales la policía no supiese nada. Esta
regla de hierro de la investigación criminal tiene su
cumplimiento en los documentos de Trento.
Semejante descubrimiento tiene el potencial
suficiente para producir una sacudida, un choque y un
replanteo completo de las bases doctrinales en la Iglesia.
El noble y culto [hijo del] rabino Toaf ha resucitado a San
Simón, doblemente víctima, por un lado del espíritu de
venganza del siglo XV y por el otro del espíritu de la
perestroika en el siglo XX. Esto exigiría un acto de
penitencia de parte de los doctores del Vaticano, que se
olvidaron del niño asesinado, mientras anhelaban la amistad
con los judíos americanos de peso. Pero todavía se niegan a
admitir su gravísimo error. Monseñor Higinio Rogger,
historiador de la Iglesia quien dirigiera en los años 1960
la investigación, dijo que las confesiones no tenían ningún
valor pues “los jueces se valieron de torturas horrendas”.
Este comentario, señores lectores, es evidentemente
“antisionista”, y además “antisemita”, pues si no valen las
confesiones obtenidas mediante la tortura, entonces habría
que soltar a todos los presos palestinos que se encuentran
en las cárceles judías; es también un “comentario
antiamericano”, pues USA reconoce el valor de la tortura, y
la practica en Guantánamo y en otras partes. Incluso es un
comentario revisionista negacionista ¡pues invalida el
juicio de Nuremberg! [3] El especialista en derecho y adepto
de la tortura Alan Dershowitz podría haberle replicado a
Rogger, pero por alguna razón no lo hizo…
“Yo no quisiera estar en el lugar de Toaf”,
dijo Rogger a USA Today, contestando sobre este
asunto a historiadores que han documentado seriamente el
caso. Ahora bien, el lugar de Toaf es harto preferible al de
aquellos que siguiendo a Rogger tendrán que contestar en el
más allá por el desaire a un santo.
El crimen de Trento [crucifixión de un niño
cristiano por unos brujos azquenazies en Italia] no fue nada
excepcional: Toaf descubrió muchos casos más de sacrificios
sangrientos, en los cuales hay constancia de niños
mutilados, cuya sangre vertida se utilizaba en la confección
del matzo ( pan sin levadura) repitiéndose a lo
largo de quinientos años de historia europea [haga clic en
outpouring of blood and its baking in Matzo
]
. La sangre, brebaje mágico, se utilizaba
como medicamento popular en aquel tiempo, como en todas las
épocas: Herodes se bañaba en sangre infantil para mantenerse
joven, los alquimistas usaban la sangre para convertir el
plomo en oro. Los brujos judíos estaban muy metidos en la
magia, y la usaban a la par de los demás. Había un mercado
próspero para estas exquisiteces, donde se vendía sangre,
polvo a base de sangre, matzos amasados con sangre.
Los mercaderes judíos lo vendían con las debidas cartas de
autorización rabínica; la sangre más preciada era la del
goy katan, es decir del niño gentil, pero era mucho más
corriente la sangre procedente de circuncisión. Estos
sacrificios sangrientos eran “acciones y reacciones
instintivas, viscerales, virulentas, en las que inocentes
críos ignorantes eran víctimas del amor a Dios y a la
venganza”, escribe Toaf en su prólogo. “dicha sangre bañaba
los altares de un Dios que, según la creencia, necesitaba
que lo orientaran, y al cual a veces se le impulsaba con
impaciencia, para que ejerciera su protección o su castigo”.
Esta anotación, que puede parecer algo misteriosa, se
entiende si se lee lo que escribe el profesor israelí Israel
Yuval en su libro Dos naciones en tu vientre (Two
Nations in your Womb). Yuval explica allí que las libaciones
con sangre eran necesarias (desde el punto de vista de los
magos judíos) para atraer la venganza divina sobre los
goyim. El mismo Yuval también menciona otro caso
irrebatible -o sea, que los judíos no desmienten- de
sacrificio sangriento llevado a cabo por un judío (véase mi
artículo “Bloodcurling Libel” en www.israelshamir.net ).
Toaf agregó a la información dada por Yuval la insistencia
en lo usual que era el uso de la sangre con fines mágicos
entre los judíos en la Edad Media, y reconoció el sesgo
manifiestamente anticristiano en la crucifixión de las
víctimas y las maldiciones que se pronunciaban contra Cristo
y la Virgen. En esto, a su libro lo avala otro autor, Elliot
Horowitz, con su libro (algo más tímido) Ritos
desalmados: Purim y el legado de la violencia judía
(Reckless Rites: Purim and the Legacy of Jewish Violence,
Princeton University Press, 2006)
[
http://www.iupress.indiana.edu/journals/jss/jss4-2.html
]. Horowitz nos relata extraños
rituales, con flagelación de la Virgen, destrucción de
crucifijos, palizas y asesinatos de cristianos.
Todo esto ha quedado atrás, y ahora podemos
mirar hacia el pasado comentando: pues sí, algunos brujos
judíos y místicos practicaron el sacrificio humano; mataban
niños, mutilaron sus cuerpos y utilizaron su sangre para
volcar la ira divina sobre sus vecinos no judíos. Se
burlaban de los ritos cristianos mediante el uso de sangre
de cristianos en lugar de la sangre de Cristo. La Iglesia y
el pueblo de toda Europa tenían razón. Los europeos no
estaban enloquecidos por la intolerancia, ni tampoco los
árabes o los rusos, sino que entendían lo que veían.
Castigaban a los culpables pero dejaban en paz a los
inocentes. Nosotros, humanos, podemos contemplar esta
espantosa página de la historia con orgullo, y verter alguna
lágrima por los pobres chiquillos destruidos por estos
monstruos sedientos de cólera. Los judíos deberían ser más
modestos y dejar de hacer bandera con sus heridas
históricas: sus antepasados prosperaron en aquella sociedad
europea medieval a pesar de estas actuaciones horrendas de
algunos de sus correligionarios; esto contrasta con lo que
sucede en el Estado judío, donde los pecados de algunos
pocos palestinos recaen sobre el pueblo palestino todo .
También podemos sacudirnos de encima el lloriqueo de los
amigos de Israel cuando quieren que permanezcamos ciegos
ante la masacre de Jenine o de Qana, pues se trata,
exactamente, de esto que los judíos llaman “difamación
sangrienta”, que no es ninguna difamación al final.
Esperemos que el gran acto de osadía del
profesor Toaf se convierta en un punto de giro en la vida de
la Iglesia. El desbalance causado por la perestroika que fue
el Concilio Vaticano II llegó demasiado lejos. Recordemos
que la perestroika rusa terminó con el derrumbe de la
estructura entera. Mientras los antipapistas [cristianos
adversarios de Juan XXIII] temían que se acomodara un
Anticristo en la sede de san Pedro, el peligro real es que
surja un Gorbachev [un liquidador definitivo de la
cristiandad].
En la ciudad italiana de Orvieto, a orillas
del mar Adriático, los judíos pidieron la anulación de una
exposición que tenía un verdadero valor artístico, y el fin
de las procesiones que conmemoraban el milagro de Trani
[
http://www.haaretz.com/hasen/spages/815206.html ]
Resulta que allí, unos mil años atrás, una
judía se robó una hostia consagrada de una iglesia, y
decidió freír el cuerpo de Cristo en aceite; pero sucedió
que, milagrosamente, la hostia se convirtió en carne y
empezó a sangrar con abundancia, de modo que la sangre santa
inundó toda la casa. Hay muchos casos consignados de
profanación de hostias en toda Europa; los reseñaron Yuval,
Horowitz y Toaf. No son infundios. Y el infame, proverbial
caradurismo judío (chutzpah) los movilizó para
procurar obtener del Papa la prohibición de un ritual que
tenía mil años. De la gestión se encargó la gente de la
Asociación Romana de Amigos de Israel ¡Y lo lograron! La
Iglesia se doblegó, se desarmó la exposición, se canceló la
procesión, y se formularon hondas disculpas a los judíos, lo
cual complació sobremanera a los embajadores israelíes
Gideon Meir (embajador en Roma) y Oded Ben Hur (ante el
Vaticano), que celebraron dichosos la capitulación.
“Extraño mundo el nuestro”, escribió
Domenico Savino en el excelente web-magazine Effedieffe
[
http://www.effedieffe.com/interventizeta.php?id=1766¶metro=religione
]
. “Se ofende a la fe cristiana, y se le pide
perdón a los ofensores”. Savino se pregunta si habrá sido
realmente imposible simplemente ignorar, sin dejar por ello
de ser educado, la demanda de los Amigos de Israel, y cita
ampliamente las palabras del cardenal Walter Kasper,
representante del Vaticano en este acto de sometimiento.
Kasper hace un un Monty total [4]; niega que la Iglesia sea
el Verdadero y Unico Israel elegido por Dios, y afirma la
igualdad de los judíos en tanto “hermanos mayores”; niega la
necesidad de Cristo, pide perdón a los judíos y promete “una
nueva primavera para la Iglesia y el mundo”.
“¿Qué es esto de nueva primavera para la
Iglesia? exclama Savino; “¡este cuento es viejo! Después de
Vaticano II, el Papa dijo : “esperábamos la primavera y lo
que vino fue la tormenta.¡Tenemos primavera de sobra después
de la reconciliación de Orvieto, y no quiero oír nunca más
la palabra primavera, y ver la ancha sonrisa satisfecha de
los “hermanos mayores” Gideon Meir y Oded Ben Hur!
La “perestroika” no sólo llegó a Italia, ni
se limitó a la Iglesia católica. En Alemania se está
preparando un nuevo sacrilegio: una Biblia “políticamente
correcta”, con un relato de la pasión enmendado de manera
tal que no cause disgusto a los judíos. El título es
engañoso, pues no podrán llamar su producto bastardo “nueva
traducción al alemán de la Biblia libre de machismo y
antisemitismo”, como tampoco se le puede llamar al agua
baldía “vino libre de productos tóxicos”. Cambiar una letra
en la Biblia es arruinar el mundo, dice el Talmud, y aduce
el ejemplo de un rollo de la Torah donde se ha cambiado una
palabra, pasando de “meod” (muy) a “mavet” (muerte).
Semejante Torah celebrando a la muerte seguramente
provocaría el fin de nuestro mundo. La narración “libre de
antisemitismo” probablemente se centrará en el sufrimiento
judío, y tendremos a la Iglesia haciendo el papel del malo
de la película. Exaltará a Judas, y rechazará a Cristo. De
la misma forma, quitar el “machismo” significará quitar el
episodio de la Anunciación, que es el tajo decisivo que
separa al monocausalismo estéril de los judíos, del
reencuentro cristiano entre cielo y tierra. En realidad, el
modelo cristiano tuvo tanto éxito que incluso los judíos lo
adoptaron en su Kábala, y por lo visto decidieron encajarles
el viejo monocausalismo redundante a los alemanes.
En Inglaterra, el viejo periódico semanal
The Observer, de tendencia liberal, cambió de actitud y
se convirtió en el nido neoconservador de los que apoyan la
guerra y la alianza entre Bush y Blair. A continuación y con
lógica total, el periódico también renunció a Cristo y
prefirió a los judíos, como se observa por ejemplo en la
siguiente reseña de un nuevo libro inglés
[
http://www.observer.guardian.co.uk/review/story/0,,200583,00.html
]
. Allí, Adam Mars-Jones opta por Oscar
Schindler en vez del general Adam von Trott quien fue
ejecutado por participar en la conspiración de los generales
para derrocar a Hitler, en 1944. Escribe el periódico : “
¿Qué es lo que hace de La lista de Schindler un film
tan asombroso? Es que se guía por la ética judía al mostrar
el recorrido externo del héroe, en vez de mostrar una
evolución interna. El tipo padeció debilidades, pero esto
es su problema y no interesa, sólo vale el hecho de que
salvó a los judíos. Sus mitzvahs (buenas acciones) le
valieron un lugar entre los gentiles justos, y a falta de
una vida en el más allá (creencia que no comparten los
judíos, en el fondo) no hay nada más que decir. Ojalá
aparezcan más ejemplos por el estilo, y se rinda menos culto
al martirio. La veneración del sacrificio, para una victoria
puramente simbólica, puede torcer la empresa mejor
intencionada, y corre el riesgo de ser un insulto a los
muertos, porque estos sí que no tenían alternativa.”
El comentarista de The Observer elige
claramente a Judas o Caifas (“padecía debilidades de
carácter pero quiso salvar a los judíos”) contra Jesucristo,
que era el mismo sacrificio. Su llamado a “menos culto del
martirio, menos veneración del sacrificio que logra una
victoria puramente simbólica” haría del Gólgota la última
palabra, eliminaría la perspectiva de la Resurrección. ¿A
quién le hacen falta las virtudes cristianas? Las faltas y
los vicios del ser humano son “su problema, y sólo vale el
hecho de que haya salvado a los judíos”, y lo más que puede
desear un goy es “un lugar entre los gentiles
justos”. Desde este punto de vista, san Simón y otros niños
no murieron en vano, pues prestaron ayuda a los judíos en su
llamado a la venganza divina, y era lo más que podían
desear. De la misma forma, a los soldados británicos no les
correspondía ningún destino más envidiable que el de morir
por Israel en las calles de Basora, Teherán o cualquier otro
lugar.
Así en Roma, Berlín o Londres, los judíos
ganaron un round o dos en su forcejeo con la Iglesia. Al no
soltar presa, no arrepentirse jamás, nunca pedir perdón,
obrar siempre contra la cristiandad, lograron sustituir en
muchas mentes sencillas la imagen de la Mater Dolorosa, del
Gólgota y la Resurrección con su grosera interpretación
falseada de la historia humana como larga línea recta de
sufrimiento judío, difamaciones sangrientas, holocaustos y
la redención sionista en la Tierra santa. Mientras la gente
rechazaba, con sensatez, cualquier idea de que los judíos en
general tuvieran culpa de la muerte de Cristo, ellos le
metieron en la cabeza a la gente una idea aún más absurda,
la de la culpa de la Iglesia en la muerte de los judíos.
Las consecuencias no son puramente
teológicas. Inglaterra, Italia y Alemania consienten la
estrangulación de la Palestina cristiana, el bloqueo de
Gaza, el robo de las tierras de la Iglesia en Belén y en
Jerusalén. Apoyan la Noche de Cristal USiana. Peor aún, han
perdido su conexión con Dios, su empatía con sus hermanos
humanos se seca, como si el espíritu ciego de la venganza
invocado por los conjuros a base de sangre inocente los
embrujara.
La publicación del libro del profesor Toaf
podría convertirse en el punto de giro que surge en el
momento justo en la historia occidental, el vuelco de la
apología de Judas a la adoración de Cristo. Pues sí, su
informe sobre los niños asesinados es apenas una grieta en
el enorme monumento del excepcionalismo judío tal como se ha
edificado en la mentalidad occidental. Pero los grandes
edificios también pueden derrumbarse en un momento, como lo
hemos aprendido cierto 11 de septiembre.
Por lo visto, los judíos se percataron de
ello y se abalanzaron sobre Toaf como un enjambre enfurecido
[ver mi artículo “Carter y el enjambre”, en
http://www.israelshamir.net/Spanish/Spanish.htm ]. Un
historiador judío de renombre, rabino e hijo de rabino,
escribió acerca de sucesos que tuvieron lugar hace 500 años,
que involucran responsabilidades judías, ¿y qué? En la Edad
Media, el uso de la sangre, la necromancia, la magia negra
no eran una exclusividad judía. Brujas y magos de origen
gentil hacían lo mismo. ¡Uniros de una vez a la raza humana,
con sus verrugas y manchas, hermanos judíos! Pero esto sería
un intolerable rebajarse demasiado para los arrogantes
autoelegidos judíos sionistas.
“Es increíble que alguien, y menos un
historiador israelí, conceda legitimidad a la acusación
infundada de crimen ritual que causó tanto sufrimiento y
ataques contra los judíos a lo largo de la historia”, dijo
el director nacional de la ADL, Abe Foxman. La Liga Anti
Difamación dijo del libro que “era infundado” y que “le hace
el juego a los antisemitas”
Foxman, que no es ni historiador ni rabino,
sabe de antemano, basándose solamente en su fe y su
convicción, que es algo “infundado” el caso ese de los
sacrificios humanos que refiere el profesor Toaf en su
libro. Pero también dijo lo mismo antes acerca de la masacre
de Jenin. En una conferencia de prensa, en la universidad de
Bar-Ilan “expresa gran cólera y disgusto extremo por lo que
hizo Toaf, por su falta de sensibilidad al publicar su libro
acerca de los crímenes rituales en Italia. Al elegir una
editorial privada en Italia, al darle al libro un título
provocador y por las interpretaciones que le dieron los
medios al contenido, ofendió la sensibilidad de los judíos
del mundo entero y esto afecta el delicado equilibrio de las
relaciones entre judíos y cristianos. La universidad de
Bar-Ilan “condena con firmeza y repudia lo que, por lo
visto, implica el libro de Toaf, según lo que informan los
medios acerca del contenido del mismo, en el sentido de que
habría fundamento para las acusaciones de crimen ritual, las
mismas que acarrearon el asesinato de millones de judíos
inocentes”. .
Son palabras de excomunión. Toaf está
aguantando una presión comunitaria aplastante; estuvo a
punto de encontrarse desahuciado, a los sesenta y cinco
años, de patitas en la calle y posiblemente sin derecho a
jubilación alguna, abandonado de sus viejos amigos y sus
estudiantes, víctima del ostracismo total. Es probable hasta
que recibiera amenazas de muerte concretas, pues los judíos
emplean asesinos profesionales y secretísimos para tratar
este tipo de estorbos. En los días antiguos, se les llamaba
rodef, hoy en día se les llama kidon, y siguen
siendo tan eficientes como antaño, es más difícil dar con
ellos que con los serial killers, los maniáticos
sedientos de sangre. De mantener sus planteamientos, se
acabaría con su prestigio; pues cualquier Sue Blackwell [5]
“consultaría a sus amigos judíos” y lo llamaría nazi,
mientras Searchlight, magazine financiado por la ADL
descubriría chismes, invadiría e inventaría su vida privada;
al mismo tiempo, una infinidad de judíos de menor cuantía lo
denigrarían en la web, en sus blogs y en la enciclopedia en
la que se abanderan, Wikipedia. ¿Quién lo defendería? Ni un
solo judío, probablemente, y no muchos cristianos.
Al principio del asalto, trató de
enfrentarse; “No voy a renunciar a mi devoción por la verdad
y la libertad académica, aún cuando el mundo entero me
crucifique.” [http://www.haaretz.com/hasen/spages/826066.html].
Toaf dijo anteriormente a Haaretz que mantenía las
afirmaciones de su libro según las cuales hay una base real
para algunas de las acusaciones medievales sangrientas
contra los judíos.
Pero Toaf no es un hombre de hierro. Como
Winston Smith, el personaje principal de la novela 1984
de George Orwell, la inquisición judía lo quebró metiéndolo
en un calabozo mental. Publicó una carta pidiendo perdón,
ordenó que se dejase de distribuir su libro, prometió
someterse a la censura judía y además “prometió entregar
todos los beneficios de la venta de su libro a la Liga Anti
Difamación del bueno de Abe Foxman.
Sus últimas palabras fueron tan conmovedoras
como las de Galileo abjurando de su herejía; “yo nunca
permitiré que un odiador de judíos me utilice o utilice mi
investigación como instrumento para volver a encender las
llamaradas del odio que llevaron al asesinato de millones de
judíos. Ofrezco mis excusas más sinceras a todos los que se
hayan sentido ofendidos por los artículos que se publicaron
y las distorsiones que se me imputaron, a mí y a mi libro”,
dijo. Así pues, parecería que Ariel Toaf se rindió ante la
presión comunitaria, pero no tiene mucha importancia lo que
diga ahora. No sabemos qué torturas mentales le preparó la
Gestapo judía de la Liga Anti Difamación, cómo lograron que
abjurase. Lo que nos ha dado es suficiente. Pero ¿qué es lo
que nos ha dado, al fin y al cabo? En un sentido, su aporte
es comparable al de Benny Morris y otros nuevos
historiadores israelíes: repitieron datos que conocíamos de
fuentes palestinas, desde Abu Lughud hasta Edgard Said. Pero
no se les daba fe a las fuentes palestinas, porque en
nuestro universo judeocéntrico sólo se consideran fidedignas
las fuentes judías.. De modo que Morris y los demás han
ayudado a millones de personas a liberarse de la
obligatoriedad del discurso sionista.. Esto no sería
necesario si fuéramos capaces de creer a un goy frente a un
judío, a un árabe acerca de la expulsión de 1948, a un
italiano acerca de san Simón, y tal vez incluso a un alemán
acerca de las deportaciones de la guerra. Ya Ariel Toaf ha
liberado a muchas mentes cautivas al repetir lo que sabíamos
por múltiples fuentes italianas, inglesas, alemanas o rusas.
Si la famosa “difamación sangrienta” (¿será posible que
siempre que se critica el comportamiento, actual o pasado de
los judíos, ello sea una “difamación”?) resultó no ser tal
difamación sino un verdadero asunto criminal, como tantos
otros no menos reales ¿tal vez alguna otra pretensión judía
se venga abajo ahora? ¿Tal vez los rusos no cometieron
pogromos? ¿Tal vez Ajmadineyad no sea ningún nuevo Hitler
ensañado en destruirlo todo? ¿Tal vez los musulmanes no sean
infames odiadores de judíos?
Ariel Toaf también nos ha abierto una
ventana para vislumbrar lo que acontece dentro de la
judería, para entender cómo se mantiene esta increíble
disciplina del enjambre, cómo se castiga a los disidentes,
cómo se consigue la uniformización mental. La judería no
deja de ser excepcional, desde este punto de vista; un
científico cristiano (o musulmán) que encontrase una mancha
en la larga historia de la Iglesia no la ocultará, ni lo
obligarán a someterse por el terror, ni será víctima del
ostracismo si abraza el punto de vista vilipendiado; incluso
si termina excomulgado, el científico o el escritor
encontrará harto respaldo, como descubrieron Salman Rushdee,
Voltaire y Tolstoi. Ni la Iglesia ni la Umma ordenan este
tipo de disciplina ciega, ningún papa ni imán tiene el poder
que tiene el señor Abe Foxman sobre sus correligionarios. A
Foxman no le importa un bledo la verdad, sino solamente lo
que –según su punto de vista- es bueno para los judíos.
Ninguna acumulación de testimonios, ni siquiera una
transmisión en directo de un sacrificio humano cometido por
judíos podría obligarlo a aceptar una verdad desagradable:
ya encontraría un argumento para negar la evidencia. Esto lo
hemos visto en el caso del bombardeo de Qana, cuando los
aviones israelíes destruyeron un edificio y mataron a unos
cincuenta niños de una sola vez, seguramente más de los que
pudieron asesinar los brujos de Umbría. Por esto no cabe
esperar que el libro de Toaf convenza a los judíos. Nada los
convence..
Pero no hay porqué envidiar esta unidad de
corazones y mentes judías; la otra cara de esta unidad es
que ningún judío es libre. Sus padres son los que obligan a
un individuo a convertirse en judío; no tiene libertad
mental a ningún nivel, tiene que seguir las órdenes. Lector
mío judío, si entendieras que eres un esclavo, no habrías
llegado en vano hasta aquí en tu lectura. Mientras no seas
capaz de contestar la pregunta retórica “¿acaso no eres un
judío?, con una simple negativa, seguirás siendo un preso
bajo palabra, un cautivo con la soga al cuello. Tarde o
temprano, ajustarán la soga, tarde o temprano tendrás que
mentir, buscar palabras oblicuas, renegar de lo que sabes
que es justo y verdadero.
La libertad está a tu alcance, extiende el
brazo y apodérate de ella. Como el reino de los cielos, la
libertad te corresponde, basta con preguntar por ella. La
libertad es Cristo, pues una persona elige a Cristo con el
corazón, no con el prepucio. Eres libre tan pronto como
aceptas a Cristo y eres capaz de contestar como dice el
Evangelio (Mateo 5:37): “Deja que tu ‘sí’ signifique ‘sí,
soy un cristiano’ y tu ‘no’ signifique ‘no, no soy un
judío’. Felizmente, esto es posible. Toaf pudo haberlo
hecho; ¡qué lástima que su valor no llegara a tanto!
Su destino me recuerda el de Uriel (¡casi el
mismo nombre!) Acosta. Se trata de un noble, precursor de
Spinoza (nacido en 1586 en Porto, Portugal, y muerto en
abril de 1640 en Ámsterdam), que atacó el judaísmo rabínico
y fue excomulgado por las autoridades judías. “Acosta era un
alma sensible, y le pareció imposible soportar el
aislamiento de la excomunicación, de modo que se retractó,
según la Enciclopedia Británica. Excomulgado
nuevamente después de ser acusado de disuadir a los
cristianos de convertirse al judaísmo, hizo una retractación
pública después de aguantar años de ostracismo. Esta
humillación acabó con su autoestima, y terminó por
suicidarse.”
El error de Acosta fue llegar lejos, pero
no lo suficiente.
Notas:
[1] Curiosamente, esta evolución de la
iglesia coincidió prácticamente con la primera perestroika
[el derrocamiento de la figura de Stalin] que inició Jrushev
en 1961, en ocasión del vigésimo segundo congreso del
partido, cuando el partido comunista se arrepintió de los
pecados y crímenes de sus viejos dirigentes magnos. Al cabo
de una generación, treinta años más tarde, el partido se
derrumbó, su membresía fue diezmada por la segunda
perestroika. La penitencia es buena para el alma, pero la
diferencia estriba en que el alma es inmortal.
[2] Tsahal : significa en hebreo “escuchar”;
como acrónimo, es el nombre que se da a sí mismo el ejército
israelí, y que incluye fuerzas terrestres, aéreas, marítimas
y servicios secretos. [ndt]
[3] Sobre la práctica de la tortura en el
juicio de Nuremberg, ver por ejemplo el libro de Rupert
Butler, Legions of death, 1983; el autor entrevista
allí a Bernard Clarke, quien capturó e interrogó con métodos
de tortura professional a Rudolf Höss, comandante de
Auschwitz procesado en Nuremberg y ejecutado, tras ofrecer
unas confesiones espeluznantes (de las cuales se publicó una
versión -amputada de sus fragmentos más descalabrados- en
1958). Sobre las declaraciones de Rudolf Höss descansan en
gran medida los fallos del tribunal de Nuremberg; en el
juicio éste afirmó que había recibido personalmente de
Himmler la orden de exterminar a los judíos, y evaluaba la
cantidad de judíos exterminados a tres millones, de los
cuales dos millones y medio por medio de las cámaras de
gaz. [ndt]
[4] Alusión a la película inglesa de los
años 1980 Monty Python, donde unos desempleados hacen
un strip-tease integral con vistas a conseguir trabajo.
[ndt]
[5] [
http://www.sue.be/pal ]
Profesora de la universidad británica
de Birmingham, obsesionada con los supuestos antisemistas y
la defensa de la memoria del Holocausto [ndt]