Corrida real contra Julián Assange
(Israel Shamir
responde a The Guardian)
31 de diciembre 2010
Andrew Brown pegó el
grito: “el mensajero de Wikileaks en
Rusia es Israel Shamir, un judío
convertido al cristianismo ortodoxo y al
antisemitismo furibundo: en los medios
suecos se le ha denunciado ya como
antisemita y negador del Holocausto”.
Ahora bien, el gran
poeta griego Cavafy escribió: “a algunas
personas les llega un día en que tienen
que dar el sí definitivo o el gran no”.
Cuando elegí dar el gran sí, el sí a
Cristo, dejé de ser judío. Yo sabía que
nunca más me dejarían en paz los
negadores de Cristo y sus lacayos de la
estirpe de Brown. Y no es que quiera
quejarme: el los tiempos de Maimónides,
a los renegados como yo se les
silenciaba veloz y definitivamente; en
nuestras circunstancias más ilustradas,
se limitan a calumniarme y falsificar mi
pensamiento. Si mi deseo de acercarme a
Cristo es “antisemitismo” en opinión de
Brown, qué le voy a hacer.
Basta mencionar que
Andrew Brown, conocido enemigo de la
Iglesia, es el mismo que insinuó con
grosería que el papa es gay. Se le ha
calificado como “el cretino con plaza
fija en The Guardian”, con serios
motivos. Sólo a un cretino se le puede
ocurrir reducir mi rechazo metafísico de
la ecuación Golgota = Auschwitz a una
negación rotunda de los horrores de la
guerra. Siempre disfruto discutiendo mis
puntos de vista con otros, pero no con
gente que ignora completamente las
sutilezas y matices de mis escritos.
No me engaño con la idea
de que por famoso es que me merezco este
tipo de atención de parte de un diario
inglés tan importante. Me doy cuenta que
es simplemente una nueva tentativa para
hundir a Julián Assange, esta vez
mediante la asociación con mi nombre.
Vuelvo a decirlo: no soy miembro de
Wikileaks, ni soy su vocero, sino un
amigo.
Los medios suecos a los
que se refiere Brown se limitan al
Expresen, la versión sueca del
[popular y chismoso] Sun inglés,
y se trata del mismo diario que lanzó la
caza de brujas contra Assange.
Normalmente se busca una fuente de
información más legítima, pero cuando
hay prisa la pasión se adelanta a la
prudencia. Así empieza la corrida
desatada por The Guardian contra
Julián Assange.
Nunca he visto hechos
elementales más distorsionados que en el
artículo publicado por The Guardian
el 18 de diciembre pasado, y eso que he
coleccionado casos extravagantes en
extremo. Se trata de ajusticiarlo a
través de la prensa, en la mejor
tradición de la Pravda en 1937.
El autor del artículo Nick Davies
escribió hace años en sus “Noticias de
la Tierra Plana” que la práctica del
periodismo en el Reino Unido está
“sesgada”; acaba de demostrar que él
también ha doblado el lomo.
Su argumento es tan
sutil como un golpe a la cabeza. No hay
la menor duda de que Assange jamás violó
a nadie. Al día siguiente de la supuesta
violación, la supuesta víctima comentó
con sus amistades en twitter que acababa
de pasar unos momentos maravillosos con
el supuesto violador. La historia
completa ya ha sido publicada, y se
encuentra en internet con un simple
clic. Nick Davies obviamente cometió una
vileza cruel. Pero ¿acaso la publicación
de su artículo fue simplemente un caso
de equivocación por parte de The
Guardian, o era en realidad el
principio de una campaña de difamación?
Dos días más tarde,
observamos el segundo ataque de The
Guardian. Una tal Bennet pregunta:
“A ver, señor Assange, ¿porqué no te
vuelves a Suecia ya?” La respuesta no es
muy complicada de hallar. Como bien
supone Bennet, Julián no tiene nada que
temer de Suecia. Y aquí cabe una
pregunta a la Sra. Bennett. Si las
autoridades suecas tenían interés en
perseguir a Julián por violación, ¿por
qué agregaron una condición especial a
sus demandas de extradición,
especificando que se reservaban el
derecho de entregarlo a las autoridades
USianas? Ya ves, Bennet, los Estados
Unidos han inventado un trato especial
al que llaman “Rendición
Extraordinaria”, y es algo que yo no le
desearía ni siquiera a Andrew Brown.
Voy a considerar la
tentativa de acabar con la reputación de
Julián mediante la asociación conmigo
como un tercer asalto. “La primera vez,
se trata de un acontecimiento
inesperado; la segunda es una
coincidencia, la tercera te da la prueba
de que el enemigo está detrás de todo”,
como lo dijo bien claro James Bond en
Goldfinger.
¿Será que el patriotismo
yanki ha infectado las trincheras de
The Guardian, o es que estos
reporteros están acatando órdenes, así
de simple? ¡Se puede encontrar la
respuesta en amazon.com.uk! The
Guardian decidió destruir a
Wikileaks una vez que lo haya exprimido
del todo. “El Moro fue el que lo hizo,
el Moro tiene que pagar” [como en el
Otelo de Shakespeare]. Desde que
entendió que a Wikileaks no lo subvierte
ni somete nadie, The Guardian
está recibiendo suscripciones para un
libro que se llama Ascenso y caída de
Wikileaks. El libro, anunciado,
todavía no está a la venta; todavía les
falta redactar lo de la caída...
De pronto, la campaña de
difamación adquiere una lógica económica
cruda. Pero allí no termina la cosa.
The Guardian es un no de los diarios
que han aceptado recibir los cables del
Departamento de Estado de USA.
Estuvieron de acuerdo para analizarlos y
publicarlos. Y sin embargo se las han
arreglado par convertir sus informes
basados en Wikileaks en fuente de
desinformación. Pues últimamente los
titulares suelen declarar que Wikileaks
es la fuente de tal o cual rumor. Por
ejemplo, uno de los titulares publicados
el día 18 de diciembre reza:
“Wikileaks: la fortuna
de Lukachenko estimada en 9 billones de
dólares”.
Lo cual es una estafa.
Wikikeaks jamás ha hecho estimación
alguna de la riqueza de Lukachenko, el
presidente de Bielorrusia. Si uno lee el
artículo entero, descubre de qué iba la
cosa: a un empleado de la embajada
Usiana le había llegado un rumor y se lo
transmitió al Departamento de Estado, y
además “el empleado de la embajada no
pudo hacer ninguna verificación acerca
de la fuente ni sobre la validez de la
información”. Un título correcto hubiera
sido:
“Revelación de Wikileaks:
los diplomáticos Usianos riegan rumores
imposibles de verificar acerca de la
riqueza personal de Lukachenko”. The
Guardian prefiere sugerir que
Wikileaks es el que pretende ofrecer el
dato, y deja a nuestra imaginación el
cuidado de investigar las cuentas
bancarias secretas que podrían
fundamentar el título.
Vamos a suponer que un
día Wikileaks publique cables
transmitidos por la embajada rusa en
Washington, dirigidos al centro en
Moscú. Acaso vamos a esperar que The
Guardian publique un flamante
artículo con el rótulo:
“Wikileaks: El Mossad
detrás del 11 de septiembre.”
¿No es más probable que
redactarían la cosa así: “Wikileaks
revela que los diplomáticos rusos en
Washington informan sobre los
persistentes rumores acerca de la
responsabilidad israelí en los atentados
del 11 de septiembre?”
Con motivo de este
cuidadoso sabotaje, hay cada vez más
gente diciendo que Wikileaks no es más
que un instrumento del Departamento de
Estado, o de la CIA, o del Mossad. Tal
vez sea esto precisamente, lo que desea
The Guardian que se diga...
Bien puede ser que The Guardian
haya caído en la cuenta de que ha
llegado demasiado lejos, en las
revelaciones, en la escenificación y en
el aplauso al equipo de Wikileaks. Pero
yo sigo apostando por Julián Assange. Es
un chico excepcional, con mente de
ajedrecista de primer rango. Muchas
cosas más tiene guardadas en la manga.
Es posible que The Guardian tenga
que cambiarle el nombre al proyectado
libro, y ponerle El ascenso y
apoteosis de Wikileaks.
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