Segunda parte, los secretos de Wikileaks
En la primera parte de
este largo artículo hemos demostrado que
USA estaba introduciendo dinero en
bielorrusia para alimentar a la
oposición no elegida. Primero lo habían
negado rutinariamente. Ahora, tenemos
pruebas irrebatibles, pues está
registrado en un cable confidencial de
una embajada USiana al Departamento de
Estado, es algo innegable.
Es decir, en el caso de
que uno encuentre el cable y sea capaz
de entenderlo.
Y resulta que nos ha
tocado entender el trasfondo político
del cable.
Los cables son datos en
bruto. No tanto como los diarios
afganos, con los cuales Wikileaks pegó
el primer golpe, pero nada fáciles de
interpretar. Están escritos en la jerga
tenebrosa del Departamento de Estado; se
sobrentiende mucho del contexto, ya que
los cables están redactados para
colegas, en ningún caso para extraños.
Es decir que hay que explicarlos,
interpretarlos, comentarlos y sólo al
final entregarlos al lector. Si hubiera
una avalancha de cables en bruto en
internet, no tendrían efecto: uno nunca
descubriría cuáles son los relevantes, y
posiblemente uno no sería capaz de
entender su alcance incluso en caso de
hallarlos.
La tarea principal de un
diario o de un sitio web es procesar los
datos en bruto y transmitirlos al
lector. Este trabajo requiere un equipo
con experiencia y altamente calificado.
No cualquier diario o sitio web tiene
estos recursos, y ninguno de los sitios
independientes puede competir con los
instrumentos para llegar al lector que
tienen los medios oficiales. Si todos
los cables se publicasen en un diario
local de Oklahoma o Damasco, ¿quién se
enteraría? Para hacer llegar nuestras
noticias hasta ti, lector nuestro,
estamos obligados a hacer uso de los
medios oficiales, tan horrorosos, es
cierto.
Por eso es que Julián
Assange escogió hacer trato con unos
pocos diarios más bien izquierdistas
dentro de los medios “mainstream”, o
sea, que configuran la gran corriente
del pensamiento autorizado. Aclaremos
que entendemos bien que el conjunto de
los medios oficiales está “embedded”,
encamado con el poder real hasta el
tuétano; mantiene “relaciones carnales”
con el Pentágono, la CIA, Wall Street, y
todas sus contrapartes. Aclaremos
también que entendemos que no todos los
periodistas de las redacciones de The
Guardian, Le Monde o
The New York Times son facinerosos
fanáticos de la ideología imperialista;
no, ni siquiera todos los
editorialistas. También entendemos que
no todo el mundo está dispuesto a
sacrificar su carrera para publicar un
reportaje que levantará tempestades de
protestas. Desde este punto de vista, la
diferencia entre los medios del
izquierdismo blando y los del
imperialismo duro es una simple cuestión
de estilo.
Por ejemplo, si el
imperio planifica un ataque a
Afganistán, la línea dura de Fox News
se limitará a exigir un golpe a raja
tabla contra esas ratas del desierto,
mientras el Guardian publicará un
reportaje de su columnista Polly Toynbee
lamentando el amargo destino de las
mujeres afganas. Pero al final, todos
apuntan al mismo blanco: darles guerra a
los afganos.
Los medios modernos
“encamados” son el arma más poderosa de
nuestros amos. El escritor ruso
contemporáneo Victor Pelevin explicó en
breves palabras su modus operandi:
a estos medios no les importa el
contenido, ni tratan de controlarlo; se
limitan a agregarle una gota de veneno
al torrente en el momento justo.
Más aún, aderezan la
información con habilidad para
despistarnos. Así un titular puede
vociferar “Hay que matar a todos los
locos”, pero el artículo lo que relata
es un accidente inevitable. No miramos
más allá del titular, pero es lo que ha
redactado el jefe de redacción, no el
periodista a cargo del reportaje.
Twitter no es más que un montón de
titulares; nos están entrenando a pensar
en términos de consignas elementales.
En el caso de
Bielorrusia, el Guardian publicó
tres cables en vísperas de las
elecciones, para maximizar el potencial
de atención, e influir en los resultados
de la votación. Uno de los titulares,
publicado el
18 de diciembre 2010,
decía: “Wikileaks: la fortuna de
Lukachenko valorada en 9 billones de
dólares”. Era un titular muy engañoso.
Wikileaks no pretendía nada en cuanto a
la riqueza de Lukachenko. Si uno se lee
el artículo entero, descubre que se
refería solamente a un empleado de la
embajada USisana que había oído decir
algo y se lo transmitió al Departamento
de Estado. Solamente en la penúltima
frase del artículo se mencionaba que el
cable reconoce lo siguiente: “el
empleado de la embajada no pudo
verificar las fuentes o la validez de la
información”. ¡Así mismo!
De modo que un titular
corregido debería decir: “Wikileaks
revela que los diplomáticos USianos
riegan rumores imposibles de verificar
acerca de la riqueza personal de
Lukachenko”. Pero el Guardian se
las arregló para dar la impresión de que
es Wikileaks mismo el que lanzaba la
afirmación rotundamente.
Vamos a suponer que
un día Wikileaks publique cables
transmitidos por la embajada rusa en
Washington, dirigidos al centro en
Moscú. Acaso vamos a esperar que The
Guardian publique un flamante
artículo con el rótulo:
“Wikileaks: ¡El
Mossad detrás del 11 de septiembre!”
¿No es más probable
que redactarían la cosa con sobriedad,
algo así como: “Wikileaks revela que los
diplomáticos rusos en Washington
informan sobre los persistentes rumores
acerca de la participación israelí en
los atentados del 11 de septiembre?”
Otro cable
acerca de Bielorrusia el mismo día
llevaba por título: “cables de la
embajada US: el presidente de
Bielorrusia justifica la violencia
contra los opositores”. Una vez más, un
titular engañoso, y una vez más, la
mayoría no va a enterarse de nada más
allá. En realidad, ese informe muy
interesante contiene el balance del
ministro de asuntos extranjeros de
Estonia después de una larga
conversación con el presidente
Lukachenko. El hecho más interesante fue
deliberadamente soslayado en el
artículo: Lukachenko le dijo al
visitante estoniano que la oposición en
Bielorrusia nunca estaría unida, y sólo
existía para vivir de los proveedores de
dinero occidentales.” Cuando uno lee el
artículo, uno tiene la mente gravitando
en torno a la sección que está puesta de
relieve, y desatiende la información
valiosa que está al final. Es más, en
realidad, la sección principal en sí no
dice nada de justificar la violencia
contra los opositores, sino algo
completamente diferente: Lukachenko
planteó que “la oposición debería estar
preparada par recibir daños en caso que
asalte a la policía antimotines.” Otra
vez estamos ante una verdad inapelable:
en cualquier país del mundo, la gente
que se tira contra las fuerzas
antimotines termina golpeada. En Israel
también se puede perder la vida, pero es
harina de otro costal.
Así es cómo el Guardian
utilizó a Wikileaks para influir en los
votantes bielorrusos y al público
occidental, de manera a tenerlos
preparados para unos disturbios el día
de la votación.
Y la situación es la
siguiente: para ofrecerle datos valiosos
a la gente, Julián Assange tuvo que
firmar un pacto con el diablo, con los
medios mainstream. Era lo más natural
para él tratar con la tendencia
izquierdista, porque la derecha dura ni
siquiera se habría prestado a ello. Pero
en la medida en que esos diarios también
están encamados, distorsionan libremente
los cables, agregándoles titulares
engañosos y falsificando las citas del
texto.
Para mí, que soy lector
del Guardian desde que estuve
trabajando en la BBC a mediados de los
setenta, es doloroso decir que el
Guardian se ha convertido en
impostor. Este diario pretende ofrecer
información verídica a la gente de
tendencia progresista en Inglaterra;
pero en el momento de la verdad, el
Guardian se va para el otro lado,
como buen seguidor de Blair.
“El Moro fue el que
lo hizo, el Moro tiene que pagar” [como
en el Otelo de Shakespeare].
Desde que la cúpula dirigente entendió
que a Wikileaks no lo subvierte ni
somete nadie, el Guardian está
recibiendo suscripciones para un libro
que se llama
The Rise and Fall of
Wikileaks
(Ascenso y caída de Wikileaks).
El libro, anunciado, todavía no está a
la venta; todavía les falta redactar lo
de la caída...
La caída la
instrumentan por dos vías.
1. Primero, difamando
al jefe de Wikileaks, Julián Assange.
Apunta a la
cabeza, y el cuerpo se irá marchitando
hasta morir.
No es aquí el lugar para contestar los
alegatos contra él en detalle, pero
nunca he visto artículo más
desvergonzado y mentiroso que el
artículo publicado por el Guardian
el 18 de diciembre pasado, y eso que he
coleccionado casos extravagantes en
extremo. Se trata de ajusticiarlo a
través de la prensa, en la mejor
tradición de la Pravda en 1937.
El autor del artículo, Nick Davies, se
vanaglorió de haber estado muy cercano a
Julián, para después darle una puñalada
de escorpión. El mismo escribió hace
años en sus “Noticias de la Tierra
Plana” que la práctica del periodismo en
el Reino Unido está “sesgada”; acaba de
demostrar que él también ha doblado el
lomo.
No hay la menor duda
de que Assange jamás violó a nadie. Al
día siguiente de la supuesta violación,
la supuesta víctima comentó con sus
amistades en twitter que acababa de
pasar unos momentos estupendos con el
supuesto violador. La historia completa
ya ha sido publicada, y se encuentra en
internet con un
simple clic. Además, si las
autoridades suecas estuvieran
preocupadas más que nada por castigar a
Julián por violador, ¿porqué agregaron
una condición especial a sus demandas de
extradición, precisando que se
reservaban el derecho de traspasarlo a
las autoridades yankis?
Nick Davies
obviamente cometió una vileza cruel.
Pero ¿acaso la publicación de su
artículo fue simplemente un caso de
equivocación por parte del Guardian,
o era en realidad el principio de una
campaña para desprestigiar de Assange?
Dos días más tarde,
observamos el segundo ataque de The
Guardian. “La primera vez, se trata
de un acontecimiento inesperado; la
segunda es una coincidencia, la tercera
te da la prueba de que el enemigo está
detrás de todo”, como lo dijo bien claro
James Bond en Goldfinger. Este
fue el
segundo asalto.
Y el
tercero
fue, sorpresivamente, una tentativa para
ensuciar a Assange asociándolo conmigo.
Este último ataque lo
formuló un tal Andrew Brown, conocido
enemigo de la Iglesia, el mismo que
insinuó
con grosería que el papa es gay. Se le
ha calificado como “el cretino con plaza
fija en The Guardian”, con serios
motivos. Siempre disfruto discutiendo
mis puntos de vista con otros, pero no
con gente que ignora completamente las
sutilezas y matices de mis escritos.
Andrew Brown es un hombre que entiende
la necesidad que tiene el público de
titulares altisonantes. Ahora nos
encontramos con un montón de blogueros
histéricos que pretenden que yo soy el
enlace de Wikileaks con el Mossad, y que
Wikileaks está enteramente entre las
manos del Mossad.
No puedo imaginar que
nadie en su sano juicio pueda tomar en
serio tan ridículas acusaciones, son
simplemente más infamias para acabar con
Julián. Ni soy mimbro de Wikileaks, ni
su portavoz, sino sólo un amigo. Y
además, prescindiendo de mí, Brown
seguirá capaz de atacar a Assange por
cualquier cosa, como por ejemplo por
citar
a Soljenitzin, ganador del premio Nobel
y “antisemita notorio cuyas obras están
publicadas por un un sitio web racista”.
Como escribe cierto
blog,
Brown “está más allá de nuestro
desprecio, y a partir de ahora, ya no
existe como periodista. Esto no quita
que el equipo del Guardian lo
deja eructar todavía de vez en cuando,
para desprestigio eterno de dicho
periódico.
2. El segundo tipo de
ataque contra Wikilikeaks estriba en
utilizarlo como fuente de
desinformación. Esos cables del
Departamento de Estado son espadas de
doble filo. Están llenos de rumores,
globos inflados para
tantear la
reactividad a la propaganda,
y pensamientos esperanzados. Peor aún,
los titulares a menudo declaran que
Wikileaks es la fuente del rumor, y
dejan que el lector riguroso descubra
por sí mismo que es un empleado de la
embajada el verdadero origen del chisme.
Los lectores suelen no entender que los
titulares son poco más que anzuelos, y
reflejan una interpretación muy elástica
del contenido del artículo. Tienden a
creer en el titular que dispara :
“Wikileaks: Irán prepara arma
nucleares”, o “Wikileaks: todos los
árabes quieren que USA destruya a Irán”.
¡Wikileaks jamás dijo tales cosas!
Fueron el Guardian y el New
York Times los que así dijeron, a
gritos. Un título correcto sería algo
así como:
Wikileaks revela que
los diplomáticos Usianos riegan rumores
sin fundamento acerca del programa
nuclear iraní con el objetivo de caer en
gracia al Departamento de Estado.
Pero no veremos el
día en que esto se publique. Más y más
gente está diciendo que Wikileaks no es
más que un instrumento del Departamento
de Estado, o la CIA o el Mossad. Es el
pago por utilizar los medios oficiales:
son capaces de envenenar las fuentes más
puras.
Pero yo sigo apostando
por Julián Assange. Es un chico
excepcional, con mente de ajedrecista de
primer rango. Muchas cosas más tiene
guardadas en la manga. Es posible que
The Guardian tenga que cambiarle el
nombre al proyectado libro, y ponerle
El ascenso y apoteosis de Wikileak.
3. El ángulo israelí
¿Ya entiendes, lector,
el misterio de la satisfacción israelí
con Wikileaks? Mientras los oficiales
USianos estaban furiosos por el destape,
los israelíes se veían más bien
complacidos y halagados. Haaretz
publicó el
titular
: Netanyahu:
las revelaciones de WikiLeaks fueron
buenas para Israel.
Los drogadictos del
conspiracionismo primario en seguida
sacaron la conclusión de que Wikileaks
es un engendro israelí, o, dicho con
palabras de una persona especialmente
monopensante, un “veneno sionista”.
La verdad es menos
atractiva, pero mucho más deprimente. El
Guardian y el New York Times,
Le Monde y Spiegel son
incapaces de publicar nada inaceptable
para Israel. Se prestarán para una
brizna de reportaje un poco molesta, o
un análisis técnico matizado de crítica
con vistas a convencer al lector
exigente de su objetividad. Hasta
dejarán que un opositor exprese sus
puntos de vista en tono de
extraterreste. Pero jamás podrían
publicar una historia que realmente
perjudique a Israel, y esto vale para
todos los medios “mainstream”, o sea de
gran difusión.
Además, ningún embajador
yanki mandaría jamás un cable
verdaderamente inaceptable para Israel,
a no ser que vaya a jubilarse al mes
siguiente. Y suponiendo que semejante
embajador kamikaze enviase el cable, los
diarios lo pasarían por alto.
Incluso con miles de
cables secretos acerca de Israel entre
manos, estos medios retienen la
información y le quitan el valor. Pues
no quieren que nadie pegue el grito
contra ellos. Por esto es que han
retrasado la publicación de artículos.
Una vez obligados por las circunstancias
o la competencia a publicar los
contenidos de los cables, puedes apostar
a que distorsionarán las revelaciones en
titulares desabridos y sepultarán la
verdad en el párrafo final.
Siempre gentil, Assange
le atribuye esta conducta a “la
sensibilidad del público inglés, francés
y alemán”. Pero yo no sería tan amable;
a esto yo lo llamo cobardía, o al menos
prudencia. Cualquier periodista que se
enfrenta con el Estado judío padecerá
represalias. Tienen miles de blogueros y
cientos de diarios que han recibido
entrenamiento para atacar al estilo
enjambre, como hicieron con el
presidente Carter (ver
http://
www.israelshamir.net/Spanish/Sp36.htm).Ataques
contra mí aparecen a diario, procedentes
del mundo entero: desde un gran
periódico noruego hasta un blog
insignificante en los antípodas.
Hace diez años, un joven
periodista sueco
relató cómo
los representantes israelíes trabajan
con los medios suecos y ejercen su
influencia sobre ellos. Entrevistó a
seis colegas; más tarde, dos de los seis
renegaron de sus dichos. Esto es típico:
la gente que se halla bajo la sombra del
enjambre sionista suele renegar de lo
que dice. Hoy en día tenemos grabadoras,
pero ni eso nos puede servir, porque el
negador siempre protestará diciendo que
sus palabras están retomadas fuera de
contexto. Desde hace diez años, este
pobre periodista sueco padece la
persecución del enjambre.
En semejante situación,
los medios masivos no nos pueden ayudar
para nada. Los periodistas profesionales
tienen familias y un porvenir que
cuidar. No podemos contar con ellos a la
hora de la verdad. Nunca sabremos ni
podremos entender plenamente la verdad
detrás de un acontecimiento relacionado
con Israel mientras los cables
permanezcan en manos de los estos medios
“encamados”.
Por esto es que debemos
pedirle a Julián Assange que abra un
acceso pleno al material inédito a unos
sitios web independientes como este.
Somos los medios alternativos, y debemos
tener una oportunidad de que se nos
evalúe en el fuego de la controversia,
si queremos ser una alternativa real.
Traducción: Maria
Poumier
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